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Revista de Cultural Survival Quarterly

Artículos

Los Pueblos Indígenas, nuestros parientes más-que-humanos y los ecosistemas de pastizales han vivido juntos en armonía y florecimiento mutuo durante miles de años. Los pastizales evolucionaron mediante procesos socioecológicos interconectados y sistemas de conocimiento puestos en práctica por los Pueblos Indígenas en relaciones cercanas con la Madre Tierra.

 

Las vías de agua de Long Island y los estuarios vecinos siempre han transportado más que agua: transportan historia, ceremonia y parentesco. Para los Pueblos Indígenas de esta isla —Shinnecock, Unkechaug, Matinecock, Setalcott, Montaukett y nuestras y nuestros parientes— el mishoon (canoa de tronco ahuecado) ha sido durante mucho tiempo una embarcación de conexión. Tiende puentes no solo entre aguas, sino entre generaciones, enseñanzas y la memoria viva de nuestras y nuestros ancestros.

 

En las colinas ondulantes de Ntahbang, una pequeña comunidad Indígena Mbororo Fulani en Bamenda, Camerún, algo extraordinario está echando raíces. Donde antes la vida cotidiana estaba marcada por la adversidad, el desplazamiento, la reducción de las tierras de pastoreo, las fuentes de agua contaminadas y la confiscación de territorios Indígenas para los llamados proyectos de “desarrollo” —junto con el hambre, la desnutrición y la disminución de la fertilidad del suelo— hoy las mujeres Mbororo de Ntahbang están cultivando esperanza.

 

Vivimos en una época en la que los desafíos para poder tener una expectativa razonable de un futuro positivo se acumulan rápidamente en nuestra contra. El clima se está desestabilizando. Los pocos restos sobrevivientes de paisajes nativos están desapareciendo. Estamos en un evento de extinción que ya amenaza a una cuarta parte de las especies de plantas y animales de la Tierra. Para nuestra propia especie, las enfermedades crónicas relacionadas con el estilo de vida son una epidemia creciente.

 

La yuca es uno de los últimos rituales vivos de la feminidad lokono. Más que alimento, es una práctica sagrada, sembrada, preparada y transmitida por las mujeres como un acto de memoria, supervivencia y continuidad cultural. El acto de pelar, rallar y hornear el pan de yuca es una forma de oración cultural, un puente tangible que enlaza las manos de las mujeres a través de generaciones.

 

He wā kupaianaha kēia, ua piha ʻo Hōkūleʻa he kanalima makahiki ma Malaki nei.  ʻO Hōkūleʻa ka waʻakaulua holomoana nui mua i loko o ʻeono hāneli a ʻoi makahiki.  Ma ka holomoana mua ma ka makahiki kanahikukumaono, ua wehe ia nā ala kai o nā kūpuna o ka Moananuiākea, a ua hoʻopili hou ʻia mākou. ʻO ka Moananuiākea, he ala hoʻopili, ʻaʻole ia he kōā hoʻokaʻawale. Ma ia holo mua ua hoʻōia pū ka hoʻokele ʻia o ka moana e ko mākou kūpuna, e hōʻole ʻana i ka manaʻo e ko waho no ka hōʻea ʻo mākou i nā moku o ka moana ma ka ʻulia.

 

Este año, 2025, la primera canoa de navegación oceánica de Hawaiʻi en más de 600 años celebra su 50 aniversario, un momento trascendental en la historia de Hawaiʻi. El viaje inaugural de Hōkūleʻa, en 1976, recuperó los caminos ancestrales de nuestros Pueblos Oceánicos y nos reconectó mediante las tradiciones de navegación, demostrando que nuestras y nuestros ancestros navegaron el Océano Pacífico de manera intencional y replanteando la comprensión de que el océano es lo que nos conecta.