
Rematriación es más que la devolución de tierras o bienes culturales. Es un proceso sagrado de restauración de las relaciones Indígenas con la tierra, el agua, la lengua y la responsabilidad espiritual. Allí donde la colonización trató de romper estas relaciones, la rematriación coloca en el centro a las mujeres Indígenas, a los sistemas de conocimiento matrilineales y a la continuidad cultural, para sanar lo que fue perturbado, desplazado o robado con violencia. El propio término desafía el concepto colonial dominante de “repatriación”, que a menudo enmarca la devolución de objetos o restos a las comunidades tribales como un gesto burocrático o institucional. Por el contrario, la rematriación es un acto espiritual y político de reconexión que reivindica las cosmovisiones Indígenas en las que la tierra no es propiedad, sino parentesco; en las que el liderazgo surge de la responsabilidad, no de la jerarquía, y en las que las mujeres son portadoras de vida, ley y legado. Como defensora de los derechos Indígenas, educadora y fundadora de 7 Direcciones de Servicio (7 Directions of Service), la rematriación está en el centro de todo lo que hago. Llevo años protegiendo lugares sagrados de la destrucción medioambiental y oponiéndome a los oleoductos que amenazan cementerios, cursos de agua y territorios ancestrales. Estos esfuerzos son una rematriación en movimiento, guiada por las voces de nuestras abuelas y las necesidades de las generaciones futuras.
La rematriación no es siempre pacífica. A menudo comienza frente a la supresión y la violencia extractiva: oleoductos, carreteras, canteras y proyectos de desarrollo que avanzan sin consentimiento e ignoran lo sagrado. Naciones Indígenas como los Occaneechi, Tuscarora, Meherrin y Lumbee siguen enfrentándose a estas amenazas en el sureste de Estados Unidos. Muchos de nosotros, no reconocidos a nivel federal o ignorados por los sistemas estatales, debemos luchar el doble para defender nuestras tierras y a nuestros antepasados. Cuando me planté en los sitios amenazados por la extensión de la salida sur del Gasoducto Mountain Valley y el Proyecto de Ampliación del Suministro del Sureste, no solo me oponía a la infraestructura de combustibles fósiles: estaba protegiendo el derecho de nuestros pueblos a existir en la tierra.
Estos cementerios, bosques y ríos no son reliquias. Son archivos vivos de nuestra historia, oración y soberanía. En el imaginario colonial, la tierra era un recurso que había que controlar. Pero, para nosotros, la tierra es una ceremonia, una abuela y una memoria. Por eso nuestra resistencia consiste en detener la destrucción y restaurar nuestra responsabilidad con la tierra como pariente. Este es el núcleo de la rematriación.
Jason Keck and Crystal Cavalier-Keck proudly with their new tractor, a vital tool for expanding food sovereignty and stewardship at Yesah Farm.
Un viaje personal de retorno
La rematriación tiene un significado profundamente personal en la Banda Occaneechi de la Nación Saponi. Nuestro pueblo ha soportado siglos de desplazamiento, tratados incumplidos y negación de su existencia. A pesar de ello, hemos conservado lo que hemos podido: fragmentos de historias, alimentos, ceremonias y cementerios que nos conectan con nuestros ancestros. He trabajado para ayudar a documentar y proteger sitios ancestrales a lo largo del antiguo Sendero Comercial Occaneechi, una ruta milenaria que conectaba a las tribus desde los Grandes Lagos hasta las Carolinas. Esta tierra no es una metáfora; contiene los huesos de nuestro pueblo, las huellas de nuestro comercio y las enseñanzas de quienes caminaron antes que nosotros.
La rematriación aquí significa restaurar la ceremonia y el autogobierno. He apoyado la revitalización de las tradiciones alimentarias y la educación pública sobre nuestros lugares sagrados. Continúo abogando por una reforma constitucional en nuestro gobierno tribal, para que nuestras estructuras de liderazgo reflejen valores Indígenas de equilibrio, consenso y círculo, y no imitaciones coloniales. Trabajo para asegurar que las mujeres, las personas mayores y la juventud, quienes han sido tradicionalmente silenciados, vuelvan a ocupar un lugar central en la toma de decisiones.
A través de nuestra organización, 7 Directions of Service, hemos desarrollado programas que dan vida a estas ideas. Nuestros recorridos fluviales para jóvenes no son simples paseos de verano; son experiencias inmersivas basadas en una pedagogía vinculada a la tierra, el conocimiento ecológico tradicional y el aprendizaje intergeneracional. Los jóvenes aprenden a identificar plantas medicinales, a seguir los ríos de sus ancestros y a participar en el cuidado ambiental comunitario. Les enseñamos no solo a sobrevivir, sino también a escuchar al agua, a los árboles y a sus mayores. Les ayudamos a comprender que la tierra los recuerda, incluso cuando los sistemas intentan borrarlos.
Al hacerlo, preparamos a la próxima generación de protectores de la tierra, guardianes de la cultura y líderes tribales. Este tipo de educación no es opcional, es esencial. En tiempos de crisis climática, supresión cultural y crecientes disparidades en la salud mental de la juventud, reconectar a nuestros jóvenes con la tierra y su identidad es tanto una forma de sanación como una estrategia para sobrevivir. La rematriación ofrece más que un regreso a la tradición; proporciona un camino hacia el futuro.
Jason Keck and a dedicated volunteer planting blueberry bushes during Fall community planting day.
Volver a la tierra y avanzar en la ceremonia
La rematriación se relaciona a menudo con el movimiento de “devolución de tierras”, pero va más allá de la simple restitución territorial. La devolución de tierras es una exigencia crítica de justicia, pero la rematriación añade las dimensiones espiritual, ceremonial y de género que reflejan cómo nos relacionamos con la tierra. Plantea preguntas como: ¿Quién administrará esta tierra? ¿Quién cantará por ella, rezará con ella, criará a sus hijos en ella? En muchas naciones, esa responsabilidad corresponde en primer lugar a las mujeres: dadoras de vida, guardianas del conocimiento, protectoras del agua. La colonización desplazó no sólo a nuestra gente, sino también los papeles que desempeñábamos en nuestras sociedades. La rematriación vuelve a centrar el liderazgo de las mujeres Indígenas en la teoría, las ceremonias, el gobierno y la administración de la tierra. No se puede restaurar la tierra sin restaurar los sistemas que una vez la protegieron y eran las abuelas quienes guiaban esos sistemas.
Con demasiada frecuencia, la rematriación se confunde con la devolución de artefactos a las cámaras acorazadas de los museos. Si bien es vital recuperar objetos ceremoniales, cinturones de Wampum y restos ancestrales, debemos comprender que estos elementos son sagrados porque forman parte de algo mucho más grande. Son expresiones de cosmología, parentesco y responsabilidad. La verdadera rematriación no devuelve únicamente lo físico, sino también la plenitud espiritual y cultural que esos objetos representan. Restaura la lengua, los cantos, los alimentos, la gobernanza y la memoria. Nos devuelve lo que nos fue arrebatado e invita a recoger lo que quedó atrás. He sido testigo de esto cuando jóvenes prueban alimentos tradicionales cultivados en huertos recuperados, participan en ceremonias de mayoría de edad que antes estuvieron prohibidas o reconocen su río no solo como fuente de agua, sino como un ancestro. Esos momentos los transforman —y nos transforman.
El papel de la mujer en el futuro Indígena
Las mujeres Indígenas siempre han estado al frente de los movimientos de defensa: resistiendo a los internados, organizándose contra los oleoductos, reviviendo ceremonias y exigiendo rendición de cuentas a nuestras instituciones. No somos solo sobrevivientes de la violencia colonial, sino constructoras de futuros poscoloniales. La rematriación honra este liderazgo. Va más allá de la inclusión y se orienta hacia la restauración. No pregunta cómo podemos hacer espacio para las mujeres Indígenas, sino cómo podemos regresar a un mundo donde su liderazgo sea el fundamento. Esto implica enfrentar no solo los sistemas externos de opresión, sino también las estructuras internalizadas que han marginado nuestras voces en la política tribal, en las jerarquías organizativas y en los espacios de resistencia. Si la rematriación quiere prosperar, debe practicarse en la gobernanza, en las instituciones y en las relaciones cotidianas.
La rematriación no es una metáfora. Es una práctica diaria de vivir en relación adecuada con la tierra, entre nosotras, con nuestras ancestras y con quienes aún están por venir. Requiere humildad, responsabilidad y ceremonia. Significa escuchar más que hablar, cuidar más que tomar, y liderar desde el corazón en lugar del podio. Para mí, no es una idea abstracta; es la forma en que vivo, enseño y me dirijo. Se refleja en cómo cultivamos, organizamos, resolvemos conflictos y preparamos a nuestras juventudes.
A medida que continuamos este trabajo en Carolina del Norte y a lo largo de Isla Tortuga (Turtle Island), invito a otras personas a unirse a nosotras en la protesta y en la práctica. La rematriación es un regreso, pero también un despertar. Es una invitación para que todos los Pueblos Indígenas recordemos quiénes somos y vivamos en consecuencia. Cuando rematriamos tierra, no solo restauramos territorio; restauramos ley, amor y vida. Y así es como comenzamos a sanar.
A community workday with dedicated 7 Directions of Service volunteers.
Dr. Crystal Cavalier-Keck (Occaneechi Band of the Saponi Nation) es la fundadora y directora ejecutiva de 7 Directions of Service, un colectivo Indígena dedicado a la justicia ambiental y la organización comunitaria con sede en las tierras ancestrales de los Occaneechi-Saponi, en la Carolina del Norte rural.
Foto superior: Una vista del patio trasero de Yesah Farm en Mebane, Carolina del Norte, donde la comunidad, la cultura y el cultivo se unen.
Todas las fotos son cortesía de 7 Directions of Service.