
Las comunidades Indígenas del oeste de Canadá están reclamando sus pertenencias ancestrales y trayendo de regreso los espíritus de sus antepasados a las comunidades donde alguna vez vivieron. Los esfuerzos para devolver restos ancestrales y objetos culturales desde museos externos comenzaron a finales de la década de 1970, pero solo en los últimos años se han desarrollado relaciones verdaderamente colaborativas entre las Primeras Naciones y los museos.
Ubicado dentro de los territorios ancestrales no cedidos de las Naciones xwməθkwəyə’m (Musqueam), Sḵwx̱wú7mesh (Squamish) y səlilwətaɬ (Tsleil-Waututh), el Museo de Vancouver (MOV) es una de las principales instituciones de historia cívica de Canadá, donde se han conservado cientos de objetos de muchas Primeras Naciones de toda Columbia Británica. No fue sino hasta 2006 que el MOV desarrolló una política de rematriación para sus colecciones Indígenas, comprometiéndose a la devolución de restos humanos y objetos funerarios directamente asociados, a solicitud de un individuo, familia o comunidad Indígena con una relación histórica demostrable con los materiales en cuestión, o por iniciativa del propio MOV. La devolución de objetos que puedan haber sido adquiridos bajo circunstancias que invaliden la reclamación del MOV, a solicitud de un cuerpo de gobierno, comunidad, organización o individuo. La devolución de bienes culturales de significado espiritual o esenciales para la supervivencia cultural y la adopción de acuerdos de custodia compartida o acuerdos de préstamo en lugar de acuerdos de repatriación, cuando sea apropiado”.
Cada qatŝ’ay es único en la combinación de diseños y motivos.
Desde entonces, muchas Naciones Indígenas han abogado por recuperar sus propios artefactos ancestrales y solicitar procesos de rematriación. Aunque el Museo de Vancouver ha implementado esta política, las solicitudes se evalúan caso por caso, lo que a menudo lleva a un proceso de negociación según los objetos solicitados. Recientemente, el MOV cambió su mandato de colecciones para enfocarse en la ciudad de Vancouver y en las Naciones anfitrionas, por lo que actualmente está devolviendo activamente pertenencias a las Primeras Naciones cuyos territorios se encuentran en otras partes de la Columbia Británica. El museo inició la rematriación de más de 60 pertenencias Tŝilhqot’in al Gobierno Nacional Tŝilhqot’in. Las pertenencias fueron recogidas del MOV por una delegación de jóvenes y personas mayores en febrero de 2024.
Las canastas sagradas tejidas se conocen como Qatŝ’ay para los Pueblos Tŝilhqot’in de la Columbia Británica. Tejidas en una época en la que los Tŝilhqot’in vivían en plena armonía con su tierra y su lengua, estas canastas encarnan la destreza artesanal, las historias y las formas de vida de sus ancestros. El territorio Tŝilhqot’in se extiende por la meseta de Chilcotin, al oeste del río Fraser y al este de las montañas Costeras, en la Columbia Británica. La Nación está compuesta por seis comunidades que se unen como una sola Nación, e incluye bosques, montañas, lagos y ríos que los han sustentado durante miles de años. La rematriación de sus canastas ancestrales no es sólo un retorno físico; se trata de restaurar el espíritu, la cultura y la conexión con la tierra.
Cartel de la película “Qatŝ’ay: Trayendo de regreso a casa nuestros espíritus”.
Las juventudes Tŝilhqot’in Loretta Jeff-Combs, Peyal Laceese y Dakota Diablo, junto con Chantu y Sierra William, asistieron al Foro Permanente de las Naciones Unidas sobre Cuestiones Indígenas en abril para compartir sus esfuerzos por recuperar estas canastas sagradas tejidas y hablar sobre sus motivaciones personales y espirituales para recuperarlas de museos y colecciones privadas de todo el mundo.
La película “Qatŝ’ay: Bringing Our Spirits Back Home” (Qatŝ’ay: Trayendo de regreso a casa nuestros espíritus), dirigida por Trevor Mack y Jeremy Williams, muestra el recorrido del proceso de rematriación en colaboración con el Museo de Vancouver. La película, que se estrenó en 2025 y fue presentada como evento paralelo en el Foro, será una pieza central de la exposición de rematriación Tŝilhqot’in titulada “Nexwenen Nataghelʔilh”, que forma parte de la exposición más amplia “The Work of Repair: Redress & Repatriation at the Museum of Vancouver” (“El trabajo de reparación: restauración y repatriación en el Museo de Vancouver”), la cual se inaugura este junio.
Jeff-Combs es una lideresa, madre y defensora del liderazgo juvenil Indígena en los espacios de toma de decisiones, quien, junto a otros jóvenes y líderes comunitarios, ha estado en el corazón de un movimiento creciente para recuperar canastas sagradas que han sido conservadas durante décadas en museos y colecciones privadas. “Soy Tŝilhqot’in, que significa ‘donde se encuentran los ríos’. Soy de Tlesqox First Nations, que se traduce como ‘Arroyo de lodo’,” dice. “También soy representante electa del consejo de mujeres de mi comunidad en Tlesqox. Para mí, este camino casi se sintió como un llamado. Mi pareja (Laceese) y yo caminábamos por el centro de Victoria con su ?etsu (abuela), ya fallecida, quien tenía demencia, pero en ese momento estaba completamente presente; miró la canasta y comenzó a hablar de que era una canasta Tŝilhqot’in. Y pudimos entrar a la colección privada, donde también tuvimos esa experiencia con nuestra hija. Fue como si este fuera el momento en que necesitábamos comenzar a traer de regreso estas canastas, ya sea de museos o de coleccionistas privados”.
Loretta Jeff-Combs con su hija Nildziyenhiyah Laceese en el Museo de Vancouver. Foto del Gobierno Nacional Tŝilhqot'in.
Diablo es un joven embajador Tŝilhqot’in para la concientización sobre el consumo de drogas y defiende la rendición de cuentas del gobierno colonial por la crisis de drogas en su comunidad. “Lo primero que me motivó fue ver nuestros artefactos en estos museos, en estos lugares oscuros, y sentir su espíritu. Están atrapados en tierras extranjeras en todo el país. Eso despertó algo en mí… el intentar traer esas cosas de regreso a nuestro territorio para que puedan volver a vivir”, dice.
Laceese es un embajador cultural Tŝilhqot’in que crea espacios de sanación a través del canto y el tambor. “Para mí, fue crecer escuchando historias y enseñanzas sobre quiénes éramos antes como pueblo. Aquellas personas eran verdaderamente Tŝilhqot’in antes del contacto europeo, y vivían en armonía, eran auténticas y hablaban nuestra lengua. Esas personas tejían estas canastas en esos tiempos. Estas canastas eran incluso una leyenda dentro de nuestra propia Nación, y eso fue lo que me atrajo… no solo verlas, sino también traer de regreso nuestras tradiciones, nuestras culturas, nuestro idioma, a través de estas canastas, a través de estos distintos objetos que están fuera de Tŝilhqot’in en distintas partes del mundo”, comenta.
Traer de regreso las canastas es un proceso largo que implica mucho más que logística; requiere diplomacia, investigación, conocimiento cultural y corazón. “Tuvimos que construir relaciones con museos, con gobiernos, con otras Naciones Indígenas, y a su vez, ayudar a otros en el mismo camino”, menciona Laceese.
Lo más impactante para la juventud han sido las historias que surgieron de las canastas, ya que las personas mayores comenzaron a recordar leyendas, nombres y enseñanzas que no habían escuchado antes. Jeff-Combs recuerda: “Llevamos a nuestra hija. Algunas de las personas mayores llevaron a sus nietas. Y cuando regresamos a casa, todos los niños de nuestra familia extendida comenzaron a hacer preguntas: ¿Recogíamos bayas con esto? ¿Reuníamos medicinas con esto? ¿Puedo subir a la montaña y usarla para recolectar medicina?”
Artistas contemporáneos Tŝilhqot'in inspirados en los diseños de sus antepasados. De izquierda a derecha: Sierra William, Loretta Jeff-Combs, Chantu William. Fotografía de Jeremy Williams, River Voices Productions.
La delegación Tŝilhqot’in en el Foro Permanente también visitó pertenencias ancestrales en varios museos de la ciudad de Nueva York, mientras el Gobierno Nacional Tŝilhqot’in continúa buscando objetos culturales que se encuentran en museos y colecciones privadas. “Comenzamos a investigar, a hacer búsquedas, a contactar. Eventualmente, nos convertimos en quienes lideraban el esfuerzo para recuperar nuestras canastas”, dice Jeff-Combs.
A futuro, los Tŝilhqot’in están decididos a construir sus propios espacios para albergar y honrar su cultura y objetos sagrados. Otros miembros de la Nación están explorando la creación de museos en sus comunidades, y, en última instancia, desean tener un espacio en cada una de sus seis comunidades que refleje las enseñanzas y prácticas propias de ese lugar. “También hay planes para mostrar obras contemporáneas como canastas para bebés, trabajos en chaquira y redes para pesca, que reflejen nuestra cultura tal como vive hoy en día. Estas también pueden formar parte de las exhibiciones museísticas, para demostrar que no estamos congelados en el tiempo. Estamos vivos, creciendo y creando”, afirma Jeff-Combs.
Aunque la relación con algunos museos ha sido positiva, Laceese atribuye la rematriación de las 60 pertenencias por parte del Museo de Vancouver a “haber construido una relación sólida con ellos”. En contraste, señala que la interacción con coleccionistas privados no ha sido igual de generosa. “Ellos ven el valor en forma de signo de dólar. Lo que pudo haber costado 1,000 dólares de repente se convierte en 30,000 o 50,000 cuando descubren que estamos tratando de rematriar. Algunos de nuestros objetos están siendo usados como rehenes, pero hacemos lo que podemos. Vamos a subastas. Incluso revisamos tiendas de segunda mano. Y cuando podemos, los compramos de nuevo”, dice Laceese. “La relación lo es todo —con los museos, con otros Pueblos Indígenas, con quienes poseen nuestros objetos. Por eso estamos aquí. Por eso compartimos. Para construir esas relaciones, para poder traer a nuestros ancestros de regreso a casa”, agrega Diablo.