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Cuando el silencio habla más fuerte: Cannupa Hanska Luger sobre arte, ancestralidad y acción

Cannupa Hanska Luger (Mandan, Hidatsa, Arikara y Lakota) es un artista afincado en Nuevo México que crea influyentes obras en la intersección de la memoria ancestral y la visión de futuro. A través de la escultura, la performance y la instalación, Luger explora la indigenidad del siglo XXI mediante prácticas basadas en la tierra, la ficción especulativa y la colaboración comunitaria. 

Luger es becario Eiteljorg 2025, ganador del Premio Ourworlds 2025 y del Herb Alpert Award 2024, y anteriormente ha recibido becas de la Fundación Guggenheim, United States Artists y otras instituciones. Su obra se ha presentado en el Whitney Museum of American Art y el Metropolitan Museum of Art de Nueva York, el Crystal Bridges Museum of Art en Bentonville, Arkansas y, a nivel internacional, en Emiratos Árabes Unidos, Shanghái y Zúrich. 

Algunas de sus obras anteriores son “GIFT (2023-24)”, una crítica al colonialismo realizada in situ; “Sweet Land (2020)”, una ópera que confronta las narrativas de los colonos; “Every One (2018)”, un monumento a las mujeres, niñas y personas dos-espíritus Indígenas desaparecidas y asesinadas; y “Mirror Shield Project (2016)”, en apoyo a la resistencia en Standing Rock. Su obra figura en la Galería Nacional de Arte de Washington, D.C., y en el Museo de Arte de Los Ángeles, entre otras instituciones.

Cultural Survival conversó recientemente con Luger para conocer las ideas e inspiraciones que dan forma a su trabajo.

Cultural Survival: ¿A qué retos te enfrentaste como artista nativo cuando empezaste tu carrera? 

Cannupa Hanska Luger: Como persona nativa, existe un obstáculo histórico que nos encasilla en la antigüedad. Para mí, la conversación más relevante es intentar forjar una herramienta útil en el ámbito de nuestra experiencia en el siglo XXI y hacia el futuro. Pero no era necesariamente lo que interesaba al mercado cuando empecé a crear. Creo que muchos desafíos surgen de una población con la mente llena de una narrativa mítica y/o falsa sobre nuestra cultura y nuestra gente.                    

CS: ¿Cómo influye en tu trabajo la conexión con tus antepasados? 

CHL: Soy consciente de que no soy superior a ningún otro ser vivo aquí y, de hecho, en una línea temporal, sólo tomo prestado el aire que respiro, el agua que bebo y el espacio que habito. Los tomo prestados no solo del propio entorno, sino también de las generaciones futuras, y ese privilegio se debe por completo a lo que mis ancestros hicieron para que yo pudiera estar aquí: los sacrificios, los horrores padecidos y las glorias disfrutadas son todos parte de lo que significa vivir en la actualidad.    

Cannupa Hanska Luger, Estado Mayor Conjunto, 2023. Cerámica, acero, cuero, piel, abeto, cajas de altavoces reutilizadas, casilleros militares reutilizados, cabello sintético, vidrio soplado a mano, pintura, 121 x 48 x 36 pulgadas (335,3 x 121,9 x 91,4 cm).


CS: ¿Cómo ves tu obra dentro del contexto más amplio del arte nativo contemporáneo?

CHL: Hay un poco más de presión que, por ejemplo, la que pueden tener que afrontar mis colegas europeos y estadounidenses. Yo trabajo en el campo del arte contemporáneo y tener acceso a este es una batalla ganada a pulso durante generaciones. La parte pública de mi trabajo debe ser digna de elogio por parte de mi comunidad, y eso lo hace desafiante, pero ese desafío es un regalo. La Nación India no tiene miedo de señalar tus deficiencias. En lugar de ser algo agotador, simplemente lo veo como un regalo. ¿Qué otro grupo cultural o qué otras comunidades tienen ese tipo de acceso a sus relaciones?

Somos cientos de culturas, grupos lingüísticos, danzas y ceremonias diferentes. Hay cosas que nos conectan sin duda, pero también hay cosas que nos separan según la tierra de la que provengas. Creo que es importante tener esas conversaciones, porque en la esfera pública del canon del arte estadounidense, ahora que estamos obteniendo visibilidad en esos espacios, debemos amplificar el hecho de que no somos un monolito. 

CS: El título de tu exposición, “Speechless”, invita a reflexiones profundas sobre la comunicación. ¿Cómo aparece este tema en la exposición?

CHL: “Speechless” (sin palabras) surgió de una pregunta que me hacía en relación con el acceso y el privilegio que tengo en los espacios institucionales. Empecé a sentirme como una señal de virtud para las instituciones estadounidenses; empezaba a sentir que no se me escuchaba. Así que “Speechless” fue como, ¿sabes qué? No importa si eres una señal de virtud para la institución, porque al fin y al cabo, ¿qué pasa si soy una señal de virtud? No se trata de que la institución muestre lo que le importaba en el 2024 o 2025, sino lo que las generaciones futuras verán en el canon histórico del arte. No es tanto lo que se dice, sino que se está comunicando.

La forma en que intento enfatizar esto es a través de estas enormes pilas de altavoces que parecen como si fueran a emitir un sonido tremendo, pero no sale ningún sonido de ellos. Es una exposición silenciosa, y los motivos visuales que aparecen en las pilas de altavoces son un tema recurrente de “muérdete la lengua”. Mientras hacía esto, pensaba en estas bases que se construían en las islas remotas del Pacífico y en África en la Segunda Guerra Mundial. A medida que las fuerzas armadas llegaban, dejaban caer paracaidistas y carga en estos lugares. Las poblaciones Indígenas que estaban en esa tierra eran conscientes de que esto estaba ocurriendo, y hacían sus propias torres de radio simbólicas y emulaban algunas de las marchas y demás como danza. La mirada antropológica occidental se inclinaba hacia la trayectoria de los “pueblos primitivos”, maravillados por nuestras tecnologías.

Cannupa Hanska Luger, Riqueza, 2023. Cerámica, cabello sintético, lata de munición, acero, tendón artificial, 24 x 14 x 12 pulgadas (61 x 35,6 x 30,5 cm)


CS: ¿Cómo simbolizan piezas como “The Keep” y “The TIPI (Infraestructura de Protección Intergeneracional Transportable)” la compleja relación entre los pueblos Indígenas y las potencias coloniales?        
            
CHL:
Soy de las Llanuras del Norte, y usamos tipis en ambos lados de mi familia. Siempre me ha costado que el tipi sea una de estas formas estereotipadas generalizadas. Cada vez que trabajo con el tipi como forma, siempre hay un poco de duda o un rechazo interno, como: ¿estoy reforzando esta narrativa al trabajar con esta forma? Pero al final del día, un tipi es una nave espacial. Viaja por el espacio y proporciona refugio a sus habitantes. También es una infraestructura de transporte nómada, lo cual es muy contrario al modelo colonial de poseer, controlar y extraer.

Poner un tipi en el museo me gusta porque se coloca en esos espacios que son como una lente visual literal para un mensaje importante: lo que es verdad en el universo es verdad aquí en la tierra. Son, literalmente, una ilustración científica del lente del cosmos. Creo que hay tanta tecnología Indígena valiosa incrustada en el tipi como forma.

CS: ¿Qué tipo de conversaciones esperas generar con tu trabajo?

CHL: Por un lado, me gusta la interpretación que hace el público de mi obra. Si solo se percibe como aquello para lo que la construí, siento que de algún modo he fallado como artista. Pero si puedo presentarla de una forma que permita a las personas imaginar de manera distinta o cuestionar incluso algunas de sus propias ideas y preferencias internas, entonces siento que eso es un éxito. Más allá de que interpreten mi intención, me interesa más su interpretación. No tengo acceso a la mayoría de las personas que pasan por el museo y viven un momento con la obra, así que por favor, que no sea solo lo que yo pienso. Lo que tú piensas es más honesto, porque yo no estoy ahí. Eres tú quien está ahí, experimentándolo, y realmente no puedo influir en eso. Pero sí puedo aceptarlo, y en esa aceptación, creo que hay una gran recompensa.

 

Vista de la instalación de Cannupa Hanska Luger: Sin palabras. Del 13 de febrero al 6 de julio de 2025. Museo de Arte Nasher de la Universidad de Duke, Durham, Carolina del Norte. Foto de Brian Quinby.

Foto superior de Gabriel Fermín.

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