
Recientemente, el equipo de Cultural Survival se reunió en Tepoztlán, Morelos, México, para una jornada de trabajo e intercambio anual. Fue una oportunidad para conocernos y disfrutar de las hermosas tierras Náhuatl. Para honrar este lugar que nos recibió y trató con cariño, nos tomamos un tiempo para conocer a las autoridades ancestrales, el liderazgo comunitario y a las organizaciones locales para aprender de su lucha y trabajo. Angélica Ayala, una mujer Nahuatl tepozteca, ex becaria del proyecto: “Entrenando Mujeres Indígenas para la Defensa de sus Derechos Humanos”, fue una de las líderes con las que Diana Pastor, miembro de nuestro equipo de comunicación, tuvo la oportunidad de conversar a profundidad.
Diana Pastor: Gracias por tu tiempo Angélica. ¿Cuéntanos quien eres y cómo inició tu activismo?
Angélica Ayala: Soy defensora, antropóloga e investigadora del pueblo Nahuatl. Provengo de una pequeña familia, con ellos nació mi activismo cuando era niña. En 1994, en Tepoztlán luchamos contra la construcción de un club de golf impulsado por empresas españolas y un conglomerado de empresas mexicanas con el respaldo del gobierno. Se iba a construir en un área natural protegida. Yo tenía 5 años y ahí empezó mi aventura, pues mi papá era parte del ayuntamiento libre y autónomo en Tepoztlán, y paralelamente se estaba desarrollando la lucha del ejército zapatista nacional. Fue una lucha importante desde el centro del país. Mi familia y el pueblo se levantaron, cerraron el pueblo y no dejaron entrar a la policía, ni a los militares. Vivíamos todos los días en el plantón, el lugar se convirtió una cocina en donde la gente cantaba y los niños andaban en sus bicicletas… parecía una fiesta, al menos en mi inocencia lo veía como algo así. Mi abuelo también fue parte de una resistencia en 1960 cuando se quería construir una residencial (sin permiso de la comunidad). Él estuvo preso un año por defender su territorio, y luego salió, de manera que la lucha es hereditaria. En el 2012, ya fue mi turno.
Diana Pastor: Parece que Tepoztlán es una tierra de lucha constante
AA: Así es. Cada década, Tepoztlán está en la mira y hay un proyecto nuevo. En el 2012, impulsaron la ampliación de la autopista la Pera Cuautla, parte del proyecto Morelos que abarca la construcción de una termoeléctrica y un gasoducto hacia la zona oriente de nuestro estado. En otros pueblos, eso se puede ver como progreso y desarrollo y no dudo que así lo sea en algunas comunidades a las que les faltan los caminos, pero aquí ya había una carretera, sólo faltaba ampliar algunas partes, entonces no había necesidad de hacer una masacre ambiental y destruir la zona arqueológica, conocida como Tlaxomolco. No logramos frenar del todo la obra, pero se culminó de mala manera y se saltaron muchas leyes ambientales. Luego de la construcción de esta carretera, comenzaron otras problemáticas, como los incendios forestales, el turismo masivo, la gentrificación que es una “nueva colonización” pues se apropian del territorio y extraen parte de nuestra cultura a través de la apropiación de ciertas tradiciones y costumbres.
Diana Pastor: Mencionaste que tu activismo nació en tu familia. ¿Cómo ha influido tu comunidad en ello?
AA: Cuando mi padre falleció, quedamos mi mamá y mi abuela, quienes son parte fundamental de mi vida. Crecí rodeada de mujeres aguerridas y valientes. Esa figura fuerte apareció en mi vida desde la escuela primaria, cuando me pusieron de sobrenombre a Tía, “la Tía a la que le gusta ir a los cerros”. Últimamente no lo hecho porque desde el año pasado fui mayordoma del Barrio de Santo Domingo (de donde yo soy), lo cual es un cargo religioso, pero también es político, por ejemplo, abordamos cuestiones de seguridad y nos organizamos para hacer rondas comunitarias. Hemos colocado cámaras, alarmas y hemos hecho detenciones. Somos el único barrio que tiene un consejo barrial de personas mayores y trabajan en conjunto a la mayordomía. También recuperamos una costumbre que se había perdido, la siembra de nuestro maíz criollo. En el barrio tenemos un terreno sin dueños, es del barrio y del santo (Domingo), y sembrábamos colectivamente. Se había dejado de hacer, pero lo retomamos en el 2015, empezamos con 1 hectárea y terminamos con 4, y desde el 2015 hasta ahora, será el 9º año que sembramos de manera permanente. Empezó con jóvenes y ahora, la mayordomía y el barrio son quienes se encargan de él. Es interesante porque ese proceso se dio junto a la lucha contra la construcción de la autopista, de manera que, la destrucción, también dio paso a retomar vínculos comunitarios, a la siembra, con el territorio.
Diana Pastor: ¿Puedes contarnos sobre lo que significa para ti el territorio?
AA: Para mí, significa arraigo, identidad, tener un vínculo con lo que nos rodea, mucho cariño por la tierra donde he crecido. A lo largo de estos años he reflexionado que el territorio son las costumbres, las tradiciones, los vínculos que puedes establecer con tus vecinos, con las personas del barrio. Por ejemplo, ahora me quedó claro que en la mayordomía está el corazón de muchas tradiciones, se teje la resistencia, mucha cultura. No es solo un espacio físico o material, sino el vínculo que tengo con los cerros, ubicarme desde niña donde está el norte, el sur, donde caminar, conocer la flora y fauna, los animales nativos, sentir tranquilidad y paz, algo inexplicable, pero que me da mucha sensibilidad. Tengo el tatuaje de un cerro de Tepoztlán, Yogualtepl, que es como un vigilante nocturno, su apodo es “el enano”, es como un guardián de la noche. Los cerros son mi casa, una vez participé en un encuentro de mujeres en Quintana Roo, y me dio dengue. Cuando estaba regresando y vi los cerros, dije “estoy en casa, ya me puede pasar lo que sea porque los cerros me están esperando, me están abrazando”. Los cerros tienen muchas historias, saberes, el caminarlos te permite aprender muchas cosas. Me tatué lo cerros porque hice la asociación de cuerpo territorio, ya que nuestro primer territorio es nuestro cuerpo, y porque el cerro representa mi propia lucha.
Diana Pastor: Hablando de luchas, cuéntanos de tu experiencia como joven mujer defensora.
AA: Formé parte del frente juvenil en defensa de Tepoztlán, el cual surgió porque la juventud no se veía representada por las personas adultas, que, aunque defendían el territorio nos hacían de menos (sobre todo los hombres) por el hecho de ser jóvenes. Una gran parte del grupo éramos mujeres, no nos gustaba que nos mandaran y que nos dijeran que no sabíamos por ser jóvenes, por eso nos independizamos y formamos el frente.
Una de las integrantes del frente (de adultos), la maestra Osbelia Quiroz nos decía que confiaba en los jóvenes, que nos daban el respaldo. En ese entonces justo empezaron más incendios provocados, y otros compañeros mayores nos llevaron ahí y nos enseñaron como se apagaban. Con el paso del tiempo, como no ha habido apoyo de autoridades estatales nos han dejado entrar. Hemos sido brigadistas y eso ha sido otra experiencia, caminar y ver el fuego es muy desgastante físicamente, hay que tener buena condición. Se pierde mucha energía en un día, la labor no para. Aunque ya se había perdido el interés en las brigadas de incendios, formadas sobre todo por hombres mayores, el frente juvenil vino a reactivar los relevos.
Lamentablemente Tepoztlán ha sido noticia por los incendios, hemos recibido apoyo de otros lugares de México, y ahora hay 10 brigadas organizadas a través de guardabosques. Hemos logrado controlar todos los incendios. Hay aún pocas mujeres, y es un reto porque a los hombres (de cierta manera) no se les permite preocuparse, y cuando eres mujer te juzgan por cansarte o preocuparte porque los hombres se guardan su cansancio. Es una experiencia fuerte estar frente al fuego, pero es satisfactoria, por ejemplo, al rescatar animales. Hace algún tiempo rescatamos a una zorrita a quien nombramos como Dominga, (en honor a nuestro barrio); ahora está grande, y aún la vemos.
Diana: ¿Qué tienes planeado para el futuro?
AA: Me gusta mucho la investigación. Si regresara el tiempo, volvería a estudiar antropología social, no es una carrera muy lucrativa, pero es grato e impresionante conocer y ver otras culturas y mundos, es algo a lo que me gustaría dedicarme. También hay oficios que me gustan mucho, por ejemplo, la cera escamada, me gustaría aprenderlo. Si pudiera vivir de eso, lo haría. Me gusta servir a mi comunidad en Tepoztlán. Creo que nunca más me veré de forma individual, verme en colectivo me permite complementarme, hace algún tiempo sentí que algo me faltaba y lo que me faltaba era involucrarme con mi comunidad.
Quiero enfocarme en lo académico, pero que siempre esté relacionado con Tepoztlán. Para mí, el futuro se siembra, debe trabajarse…se siembra, se cosecha para que pueda alimentarnos. El voto ya no es suficiente, el cambio está en lo que construimos en colectivo, necesitamos sembrar conciencia, trabajo colectivo, rebeldía. Los Pueblos Indígenas tenemos formas particulares de organizarnos y no podemos perderlas. En Tepoztlán tenemos ayuntamiento libre, y se ha elegido a través de asambleas barriales, así que pienso que cuando no se vota por ningún partido político, demostramos que las cosas se pueden hacer diferentes.