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Defensores Indígenas del agua enfrentan a un gigante minero canadiense

En los últimos seis meses, la periodista Indígena Brandi Morin ha viajado en varias ocasiones a Ecuador para informar sobre el impacto que tienen los proyectos mineros canadienses en los Pueblos Indígenas que habitan en ese país. Informa desde las colinas onduladas en las afueras de la ciudad de Cuenca, Ecuador, donde la empresa canadiense Dundee Precious Metals planea desarrollar la mina de oro subterránea Loma Larga.

Por Brandi Morin (Iriquois, Cree)

La niebla matinal se adhiere a las onduladas colinas del páramo de Kimsakocha mientras una docena de defensores del agua se acercan a la valla metálica que marca la entrada de lo que podría convertirse en la próxima gran mina de oro, cobre y plata de Ecuador. El impresionante paisaje de gran altitud al norte de Cuenca, en la provincia ecuatoriana de Azuay, alberga cuatro ríos que convergen y fluyen a través de los valles, nutriendo las granjas, los pueblos y la ciudad que se encuentra más abajo.

“Esta es nuestra tierra ancestral. Tenemos derecho a estar aquí”, susurra Hortencia Zhagüi, representante de la Escuela de Agroecología para Mujeres de Kimsakocha, mientras se aproxima a un guardia de seguridad que, de inmediato, toma su teléfono para documentar la intrusión. El guardia grita advertencias sobre el ingreso no autorizado, pero el grupo avanza sin detenerse, sus pasos apenas se escuchan sobre el suave musgo cargado de agua bajo sus pies.
Los defensores del agua caminan varios kilómetros mientras el guardia de seguridad los sigue a distancia, grabando cada uno de sus movimientos. Finalmente llegan a un pequeño claro donde una bandera ecuatoriana, instalada por ellos meses atrás, sigue ondeando orgullosa con la brisa de la montaña. El panorama es sobrecogedor: colinas esmeralda que se extienden hacia el horizonte, la tierra esponjosa por la humedad, pequeños arroyos que serpentean entre el terreno y agua que brota del musgo bajo sus pies.

“Miren esto”, dice Koldo (quien no proporciona apellido), miembro de un colectivo de base llamado Sistemas Comunitarios de Agua de Tarqui y Victoria del Portete, mientras se arrodilla para recoger un puñado de bayas de un arbusto. “El páramo nos da medicina, alimento y, lo más importante, agua. ¿Cómo pueden ponerle precio a esto?”

Groups opposing the Canadian Dundee Precious Metals mine march towards the Paramo. A development agreement between the company and the Ecuadorian government is moving forward despite being rejected by 85 per cent of the downstream population.
Grupos que se oponen a la mina de la empresa canadiense Dundee Precious Metals marchan hacia el páramo. Un acuerdo de desarrollo entre la compañía y el gobierno ecuatoriano avanza a pesar de haber sido rechazado por el 85 por ciento de la población aguas abajo
The Paramo is a unique Andean ecosystem, home to an abundance of flora and fauna. It is also an important water reservoir for downstream communities and the birthplace of the great Amazonian rivers.
El páramo es un ecosistema andino único, hogar de una gran diversidad de flora y fauna. También es un importante reservorio de agua para las comunidades aguas abajo y el lugar de nacimiento de ríos que fluyen hacia la cuenca amazónica.


El grupo extiende mantas en el suelo y organiza su picnic —papas, queso, maíz, pollo y frutas cultivados localmente— compartiéndolo todo de manera comunitaria a la sombra de su bandera. Mientras comen, conversan sobre estrategias para proteger este ecosistema de la compañía minera canadiense Dundee Precious Metals, que planea desarrollar aquí la mina subterránea de oro Loma Larga. “Ya hemos dicho que no tres veces”, afirma Koldo con firmeza. “En 2011, 2019 y 2021 realizamos consultas. Cada vez nuestra respuesta fue clara: no a la minería en nuestro páramo. Sin embargo, siguen intentando imponer este proyecto”.

Tras la comida, el grupo permanece en silencio por un momento, contemplando el paisaje que han defendido durante más de dos décadas. Después inician el camino de regreso hacia la entrada, deteniéndose en un pequeño arroyo que atraviesa el musgo. Se toman de las manos en círculo, inclinando la cabeza en una ceremonia para pedir protección de este lugar sagrado.

Su oración es interrumpida por el sonido de un camión que se acerca. Dos policías descienden, ordenando al grupo que se retire de inmediato.

“Están invadiendo propiedad privada”, anuncia con firmeza uno de los agentes.

Los defensores del agua obedecen, pero sin prisa. Recogen sus pertenencias con calma deliberada, deteniéndose de vez en cuando para señalar plantas o fuentes de agua a lo largo del camino. La policía y el guardia de seguridad los siguen de cerca, escoltándolos hasta la entrada.

Ricochet Media intentó en múltiples ocasiones contactar a Dundee Precious Metals para obtener comentarios sobre esta historia, incluso visitando personalmente la oficina de la empresa en Cuenca; sin embargo, las solicitudes de entrevista fueron rechazadas. Dundee Precious Metals no ha respondido públicamente a las preocupaciones planteadas por los miembros de la comunidad.

In the middle of the Paramo, a wire mesh gate blocks access to this ecosystem. A guard insists that the group has to turn back.
En medio del páramo, una puerta de malla metálica bloquea el acceso a este ecosistema. Un guardia insiste en que el grupo debe regresar.

Una bomba de tiempo

Lo que estos defensores del agua enfrentan no es una amenaza menor. Según una revisión independiente de 2022, la mina de oro Loma Larga representa una “bomba de tiempo” para la región debido a la contaminación por arsénico. El páramo de Kimsakocha, un ecosistema húmedo de gran altitud, cumple un papel crucial en el suministro de agua fresca para toda la región, incluida la ciudad de Cuenca.

Zhagüi, quien también representa a la Junta de Administradores de Agua Potable, un colectivo comunitario dedicado a la preservación del agua limpia, explica la profunda conexión entre las comunidades y esta tierra.

“Este humedal ha sostenido a nuestras comunidades por generaciones”, afirma. “El agua que brota de aquí alimenta nuestros cultivos, nuestros animales y nuestros hogares. Sin agua limpia no tenemos nada: ni alimento, ni salud, ni futuro”.

“Los gobiernos de Ecuador y Canadá apoyan a los mineros mientras nosotros nos debilitamos ante esta situación. Por eso decimos: lo único que nos queda es rendirnos, pero preferimos morir antes”.

En octubre de 2024, Zhagüi formó parte de una delegación de mujeres Indígenas y defensoras de derechos ecuatorianas que viajó a Canadá para expresar su preocupación sobre las negociaciones comerciales en curso entre ambos países. En reuniones con funcionarios gubernamentales, parlamentarios y líderes Indígenas en Toronto, Ottawa y Montreal, advirtió sobre el devastador impacto que tendría la mina propuesta.

Durante ese viaje, ella señaló: “Vinimos a Canadá a pronunciarnos contra el tratado de libre comercio entre Canadá y Ecuador, dada la falta de respeto por la vida, por los frágiles ecosistemas de la naturaleza y los seres que dependen de ellos en Ecuador. El TLC abriría las puertas a una minería descontrolada, que provocaría una destrucción ambiental masiva, afectando ecosistemas sensibles y agotando fuentes de agua que hemos protegido por más de 30 años”.

A pesar de las serias preocupaciones planteadas en Canadá, el TLC continúa negociándose y el proyecto Loma Larga sigue siendo promovido por ambos gobiernos.

Land defenders try going through the fence. In the past, locals had free and unrestricted access to the Paramo. It was even protected as a nature reserve by Ecuadorian law. Without the consent of the local population, Dundee Precious Metals has cordoned off the area to prevent access.
Defensores de la tierra intentan atravesar la cerca. En el pasado, la población local tenía acceso libre e irrestricto al páramo. Incluso estaba protegido como reserva natural por la ley ecuatoriana. Sin el consentimiento de la población local, Dundee Precious Metals ha cercado el área para impedir el ingreso.
 

La guardiana del agua

Justo al otro lado del valle montañoso detrás de la casa de Zhagüi en Tarqui, Ecuador, hay fuentes de agua fresca que desembocan en el pueblo, agua que podría contaminarse si se inicia la explotación minera en el páramo. A sus 65 años, Zhagüi ha pasado toda su vida cultivando alimentos y criando animales de granja en esta tierra que ha sustentado a su familia durante generaciones.

Es media tarde y Zhagüi se mueve por su huerto con una falda de colores vivos adornada con flores, la vestimenta tradicional de la región. Sus perros mestizos la siguen lealmente mientras ella cuida sus plantas y alimenta a sus animales.

“Trabajo en agricultura, ganadería, crío animales pequeños”, explica mientras se mueve entre sus parcelas con eficiencia y destreza. “Dedico la mayor parte de mi tiempo a criar cuyos, gallinas, ganado vacuno y a la producción de leche. En cuanto a la agricultura, cultivo maíz y patatas, tengo algunas patatas plantadas allí arriba. También cultivo cebada y avena”.

Señala con orgullo su huerto. “En el huerto tengo zanahoria, lechuga, coliflor, rábano, apio, repollo, todas las verduras. Aquí, cuando uno siembra, todo crece”. En su cocina modesta, después de servir un plato de cuyo asado, sopa de pollo y verduras de su huerto, Hortencia se sienta en su mesa de madera, con los ojos brillando entre tristeza y determinación mientras describe el trabajo diario que exige su vida y la lucha constante por defender este modo de vida.

El guardia en su jeep sigue al grupo a través del páramo. Con radio en mano, se comunica con el mundo exterior.
El guardia de seguridad mantiene al grupo en la mira. Permanece en lo alto de la colina, observando cada uno de sus movimientos durante horas.
El páramo es fuente de vida. En su corazón, el agua fluye hacia el Amazonas.


“Esto implica trabajo, es muy duro porque hay que cavar, quitar la hierba, fertilizar, preparar el abono”, dice. “Por ejemplo, yo me levanto todos los días a las 5 de la mañana para ordeñar el ganado. Dar agua y pasto al ganado, cortar y echar avena si se necesita y mover el ganado cuando es necesario. Todo lo hago yo. Es un trabajo duro y pesado que tenemos que hacer”.

“Nos van a apresar, nos van a matar, porque disparan balas directo al cuerpo. Ya lo vimos en la etapa de exploración”. Su voz baja casi a un susurro. “Imagínese lo que traerá la explotación, para nosotros la única opción será resistir. No vamos a rendirnos. Tenemos que dar la vida, eso creo yo. Es lo único que nos queda”.

Esta vida agrícola depende totalmente del agua, el mismo recurso que se ve amenazado por el proyecto de la mina de oro Loma Larga. “Por eso es una lucha constante para nosotros: necesitamos agua para nuestras tareas diarias en la granja, como la agricultura y la ganadería”, explica, con voz cada vez más intensa.

Como representante de la Escuela de Agroecología para Mujeres de Kimsakocha y de la Junta de Administradores de Agua Potable de Victoria del Portete y Tarquí, Hortencia Zhagüi ha estado al frente de la resistencia contra proyectos mineros durante décadas.

Su voz se quiebra al hablar de las amenazas a su tierra natal. “Yo nunca me voy a cansar de decir que tenemos una vida muy difícil, muy dura. Antes vivíamos bien y tranquilos, nunca imaginamos que enfrentaríamos este problema”. Sus manos curtidas tiemblan ligeramente mientras continúa. “Este problema no es solo mío, afecta a todas las comunidades que dependen de las fuentes de agua que nacen aquí en QuimsaCocha”.

La visita a Canadá fue decepcionante. “Cuando fui a Canadá no nos tomaron en cuenta, escucharon, pero afirmaron haber presentado una perspectiva diferente, en la que, para ellos nuestros páramos eran solo montañas secas, haciendo más justificable la explotación”. Su voz se eleva con indignación. “Así que para nosotros, especialmente para mí, fue indignante escuchar semejantes barbaridades, que no son ciertas, porque como pueden ver: estos páramos son vida para nosotros, son nuestra naturaleza. Para estas empresas, cuando buscan explotar, la humanidad y la vida no tienen valor”.

Dos lideresas de comunidades aguas abajo caminan hacia el corazón del páramo.
 

A pesar de múltiples consultas comunitarias que han rechazado la minería en la región, la presión de las empresas y del gobierno continúa. “Hemos hecho todo lo que hemos podido”, menciona Zhagüi, ahora con lágrimas corriendo por sus mejillas. “Fuimos a la capital e hicimos todo lo que estuvo en nuestras manos, pero no hay manera de detenerlos; ellos siguen avanzando hacia la explotación”.

Sus palabras se tornan más desesperadas al describir la situación actual. “Los gobiernos de Ecuador y Canadá apoyan a los mineros mientras nosotros nos debilitamos ante esta situación. Por eso decimos: lo único que nos queda es rendirnos, pero preferimos morir antes. Eso es lo único que esperamos ahora; no hay nada más que se pueda hacer”.

La lucha ha generado profundas divisiones dentro de comunidades que antes estaban unidas. “Ya existe división entre nuestras comunidades, entre nuestros vecinos. Nos hemos dividido por completo, porque (algunos) apoyan [la minería]”, explica. “Dicen que no pasará nada (malo), que la explotación se hará con alta tecnología. Se ha dicho que no pasará nada, así que no hay nada que temer”.
 

“Por eso estoy desesperada, queda muy poco tiempo. Solo están esperando el momento oportuno para comenzar la explotación”.

Zhagüi no cree en esas promesas. “Quienes apoyan la minería no están con nosotros. Claro que sentirán las consecuencias cuando el agua empiece a contaminarse y lleguen las enfermedades. Pero, para quienes no apoyamos la minería, es una situación muy desesperada”.

Su determinación de resistir permanece firme, incluso frente a la posibilidad de violencia. “Así que, en nuestra lucha por resistir, no vamos a aceptar pacíficamente que ellos (las empresas mineras) entren y exploten nuestra tierra. ¡No!” Sus ojos brillan con una resolución feroz. “Tenemos que defendernos aunque sea usando piedras como arma, para protegernos. No podemos simplemente aceptarlos”.

Zhagüi es muy consciente de lo que podría suceder cuando las mineras pasen de la etapa de exploración a la de explotación. “Como las empresas mineras necesitarán electricidad, tendrán que ensanchar las carreteras. En ese momento comenzará la explotación, trayendo maquinaria pesada. En ese preciso momento tenemos que mantenernos firmes y no permitir que entren”.

Suzana, defensora del páramo y del agua, cosecha arándanos silvestres.
Este arándano silvestre es un fruto endémico del páramo. Es extremadamente rico en vitaminas y muy apreciado por la población local.

Las consecuencias podrían ser graves. “Porque vendrán las fuerzas armadas y la policía. ¿Y qué nos van a hacer? Nos van a apresar, nos van a matar, porque disparan balas directo al cuerpo. Ya lo vimos en la etapa de exploración”. Su voz baja casi a un susurro. “Imagínese lo que traerá la explotación. Para nosotros, la única opción que queda será resistir. No vamos a rendirnos. Tenemos que dar la vida, eso creo yo. Es lo único que nos queda”.

A pesar de este panorama sombrío, Zhagüi expresa gratitud por quienes se solidarizan con su lucha. “Agradezco que todavía haya personas en el mundo que se solidarizan, que luchan por quienes no tienen voz. Vivimos lejos, no podemos llegar al gobierno, estamos en la periferia, pero seguimos luchando”.

Mientras la luz de la tarde se desvanece sobre su huerto, Zhagüi señala las montañas donde el agua inicia su viaje hacia su hogar. Su voz tiembla de emoción. “Es triste, es lamentable que en 30 años de lucha no hayamos podido resolver nada. No podemos ni estar en paz, ni ser libres, ni finalmente declarar que nuestra tierra y nuestros páramos están completamente a salvo de la minería, intocables y libres de explotación”.

Esta bandera fue colocada por comunidades locales para exigir al gobierno ecuatoriano la protección del sitio. “No a la destrucción de la fuente de agua que sostiene a sus comunidades y la vida”.
Una cascada en el Paramo.

La parte más dolorosa para ella es la sensación de que el tiempo se está acabando. “Por eso estoy desesperada: queda tan poco tiempo. Solo esperan un momento oportuno para empezar la explotación”. Pero incluso en su desesperación, encuentra algo de esperanza en la fe. “Y con la voluntad de Dios, ojalá nunca llegue a eso. Por eso digo: Dios es primero. Y después de Dios, nosotros como seres humanos debemos encontrar la fuerza para enfrentar esta situación”.

Al recordar un avistamiento reciente de maquinaria minera, su voz se quiebra nuevamente. “El otro día llegó maquinaria pesada a Zamora, estábamos asustadas y desesperadas. Ver esas máquinas enormes y camiones gigantes bajando por estos caminos fue abrumador. En nuestra desesperación, empezamos a preguntarnos: ‘¿Qué hacemos ahora?’”

Para Zhagüi y muchas otras mujeres de la comunidad, la lucha es profundamente personal. “Esa es nuestra lucha, nuestro sufrimiento, especialmente para nosotras como mujeres y madres. Estamos en la primera línea, viviendo cada día con las manos en el agua”.

 

Las crecientes tensiones: violencia contra defensoras del agua


No muy lejos del hogar de Hortencia vive Fanny Paute, una agricultora de 62 años que encarna el creciente costo humano de esta lucha ambiental. Sentada en la mesa de su cocina, con el rostro aún visiblemente magullado, Paute relata un ataque violento reciente que sufrió por oponerse al proyecto minero.
“Esta lucha ha estado ocurriendo durante unos 30 años”, explica, con la voz quebrada y lágrimas en los ojos. “Hemos estado peleando por el agua todo este tiempo”.

El 6 de marzo, mientras cuidaba a sus animales en el campo, Paute dice que se encontró con una mujer conocida localmente como “Miss Minera”, un apodo dado a los residentes que apoyan el proyecto minero. Este encuentro fortuito escaló rápidamente.

“Salí a ver a un animalito que tengo y me acompañó mi nuera”, recuerda Paute, tocándose las marcas descoloridas de su rostro. “Vimos a esta señora… ya la conocemos, sabemos que es minera”.

Comiendo pambamesa tradicional, una comida comunitaria compuesta por alimentos dispuestos directamente sobre un mantel extendido en el suelo. Cada persona trae algo para compartir en medio de la naturaleza.
Debido a las altas altitudes, la región del páramo en Ecuador alberga una flora diversa, que incluye pajonales, plantas en cojín, arbustos y ciperáceas. El área cuenta con un alto número de especies endémicas, muchas de ellas únicas en el mundo.
Paisajes impresionantes del páramo.
 

Lo que ocurrió después aún la persigue. Tras una breve interacción que llevó a la policía al lugar, Paute regresó a su campo después de que los oficiales se retiraran. Fue entonces cuando fue atacada de repente por un grupo de mujeres pro-minería.

“Fuimos atacadas, golpeadas, como pueden ver mi rostro todavía está magullado”, dice, con lágrimas corriendo por sus mejillas curtidas. “Nos insultaron con palabras duras. Sacaron tijeras, nos golpearon con un candado. La madre vino con una piedra grande y la otra hija también tenía una piedra para golpearnos”.

Paute no estaba sola al sufrir el ataque: su hija, su nuera y otra defensora del agua llamada Carmen también fueron agredidas. Las heridas físicas están sanando, pero el trauma emocional sigue siendo profundo.

Fanny Paute observa sus moretones en el espejo. Es una de las muchas mujeres locales que protestan contra las acciones de la mina y que han sido víctimas de agresiones verbales y físicas. Ahora están en los tribunales para enfrentar estos ataques.
La comunidad se reúne alrededor de un pequeño río para agradecer a la Tierra y tomar fuerza para continuar la lucha por preservar el agua y el páramo.
Orando a la Pachamama, la Madre Tierra.
Última etapa de la ceremonia. Todos beben un sorbo del agua sagrada y pura.

“Dolor”, dice cuando se le pregunta por el impacto del ataque, con las manos temblando. “Un dolor físico, pero un dolor lleno de mucha rabia. Porque imaginen, no estamos haciendo nada malo al defender el agua. No es solo de hoy o de ayer, ha sido por muchos años. Y ellas, en solo un minuto, salen, nos agarran y nos golpean”.

A pesar de haber presentado denuncias legales contra sus agresoras, Paute teme que esta violencia sea solo el comienzo, a medida que las tensiones aumentan entre quienes defienden el agua y quienes apoyan los intereses mineros.

Cuando se le pregunta si cree que la violencia aumentará si comienzan las operaciones mineras, su determinación brilla entre las lágrimas: “Tendremos que seguir luchando y ver qué pasa. Pero no habrá otra oportunidad, porque ahora tendremos que luchar más duro”.

El ataque a Paute representa una escalada preocupante en un conflicto que hasta ahora se había desarrollado principalmente mediante batallas legales y protestas pacíficas. Para los defensores del agua, esta hostilidad creciente solo subraya los altos riesgos de su lucha y los poderosos intereses que se oponen a ellos. 

Dos tanques pertenecientes a Dundee Precious Metals.
Tres mujeres caminan juntas por el camino de regreso a casa.


El grupo se detiene frente a la entrada de Dundee Precious Metals mientras la tensión aumenta. La policía exige que todos regresen al vehículo. Aunque se trata de una vía pública, los oficiales ordenan al grupo de Indígenas locales que se retire.

El grupo se detiene frente a la entrada de Dundee Precious Metals mientras la tensión aumenta. La policía exige que todos regresen al vehículo. Aunque se trata de una vía pública, los oficiales ordenan al grupo de Indígenas locales que se retire.

Esta es la primera parte de dos en una serie que cubre la oposición local a la mina de Dundee Precious Metals. Lea la segunda parte.

--Brandi Morin (Cree/Iroquois/French) is an award-winning journalist reporting on human rights issues from an Indigenous perspective.

Photos by Julien Defourny. Julien is a Belgian explorer, photographer, and documentary filmmaker committed to sharing the voices of people and ecosystems often overlooked.