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Enfrentando la fiebre del litio: Salinas Grandes en peligro en Salta y Jujuy, Argentina

Soy el Presidente de la comunidad Indígena El Angosto de la cuenca de Salinas Grandes y Laguna de Guayatayoc en las provincias noroccidentales de Salta y Jujuy, Argentina. Salinas Grandes se encuentra a 3.200 metros sobre el nivel del mar al pie del Nevado de Chañi, Argentina. Somos aproximadamente 7.000 habitantes de 33 comunidades dispersas en un área de 150 kilómetros, con numerosas carreteras que nos conectan. Nos identificamos como parte de la cuenca, y tenemos una cultura compartida que se transmite de generación en generación.


Si bien la cuenca se distribuye entre Salta y Jujuy, no existen divisiones entre salteños y jujeños. Hay familias donde la madre vive en Salta y sus hijos a pocos metros en Jujuy; la vida cotidiana transcurre en esa línea invisible que no conoce fronteras. Las comunidades Indígenas preexisten al Estado argentino y gozan de una serie de derechos, como el derecho a decidir sobre las prioridades de nuestro desarrollo, la participación en la formulación de planes, políticas o programas que puedan afectarnos, y el Consentimiento Libre, Previo e Informado, garantizado en la Constitución de la Nación Argentina y en los pactos internacionales a los que este país ha adherido.


La mayoría de las comunidades viven de la cría de ovejas y llamas, complementando nuestras economías con la producción agrícola a menor escala. Las llamas son parte de nuestra familia, y mantenemos pequeños rebaños para que no sufran de falta de alimento en el invierno. También hay una relación cariñosa y familiar con todo el entorno. Por las señales que nos dan animales salvajes como el puma o el zorro, sabemos si el año será seco o lluvioso. Las plantas con flores también nos avisan sobre el clima. El clima en sí es una familia, y cada fenómeno natural tiene su propio camino. Es por eso que pedimos respeto a esta relación espiritual con el entorno natural.

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Clemente Flores entregando el Kachi Yupi (Protocolo de Consulta a Comunidades de la Cuenca).

Las Salinas son parte de nuestra historia e identidad. Nos han proporcionado sustento durante muchas generaciones a través de viajes de trueque e intercambio, y hoy en día, muchos trabajan como jornaleros en las cooperativas de sal o como vendedores en los mercados regionales. Para defendernos de lo que se ha denominado el "oro blanco de la Puna" —el litio— y la fiebre de la producción de baterías, comenzamos a organizarnos en 2010. Las comunidades de la cuenca desconocían la exploración y explotación de este preciado mineral. Aprendimos de qué se trataba y de lo que iban a producir con él, y nos organizamos para exigir información sobre lo que querían hacer en el territorio. Nuestra preocupación siempre fue la cantidad de agua que se iba a consumir en esta actividad extractiva.


Para extraer litio es necesario bombear millones de litros de agua que conforman el subsuelo de la mina de sal. Esa agua ha estado ahí durante millones de años y es un eslabón más en la composición de nuestro frágil ecosistema. En Catamarca, la minera Livent explota litio desde 1997 y ha sido denunciada por secar un río. La Corte Suprema de Justicia de esa provincia prohibió el otorgamiento de nuevos permisos en el Salar del Hombre Muerto hasta que se realice un estudio del impacto ambiental acumulado de todos los proyectos y obras que allí se realizan. No queremos ser el conejillo de indias de la transición energética. Si nos quitan el agua, se acabará nuestra forma de vida y, con ella, nuestra cultura.


El ecosistema de la Puna es muy precario. Vivimos en equilibrio y aprovechamos al máximo los recursos que nos da la naturaleza. Tenemos pequeñas producciones de cultivos de arveja y papa y criamos llamas y cabras a pequeña escala. En todas estas actividades, el consumo de agua es fundamental. Es por eso que hicimos un reclamo colectivo al Estado para que garantice nuestros derechos. La cuenca pertenece a las comunidades. Es nuestra responsabilidad protegerlo como fuente de vida.


Presentamos una demanda ante la Corte Suprema solicitando que se respete el Consentimiento Libre, Previo e Informado de las comunidades locales. Comenzamos a reunirnos sistemáticamente para planificar y crear conciencia sobre esta problemática emergente que podría afectar la vida de todos. También nos reunimos para que el Estado entendiera que antes de realizar cualquier actividad en la cuenca, debíamos ser consultados a través de un procedimiento adecuado y participativo. Esto requirió el compromiso de las comunidades de reunirse todos los meses y su disposición a participar en las reuniones, a las que asisten entre 30 y 60 personas. En ocasiones, el clima o la falta de transporte y carreteras afectan las rutas que debemos recorrer para estar presentes, dificultando mucho la participación de todos los representantes. El compromiso es nuestra principal herramienta organizativa.

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Comunidades organizadas en camino a presenciar como empresas mineras abandonan los salares con excavaciones e intrusiones sin permiso.

Incompatibilidades de la explotación de litio con la producción loca

En la Puna llueve solo 10 centímetros al año. Esto significa que el agua consumida para la extracción de litio no está disponible, excepto en las profundidades subterráneas. Habrá que perforar pozos a decenas de metros de profundidad, lo que secará los manantiales y las comunidades se quedarán sin agua. El Estado nunca nos ha mostrado el plan de extracción de litio, ni nos ha involucrado en la generación de políticas públicas orientadas a respetar e involucrar a los Pueblos Indígenas. A solo 90 kilómetros de nuestra cuenca, en la zona del salar de Cauchari, están explorando litio y vemos lo que está pasando: grandes perforaciones, manantiales secos y productores que se ven obligados a salir con sus llamas.


No estamos en contra de la minería, ni del progreso, ni de la generación de empleo, pero queremos que nuestras voces sean respetadas, involucradas y consultadas. En 2009, el Estado anunció que iba a abrir la mina Pirquitas por 30 años, pero hoy está cerrada. ¿Qué pasó con las poblaciones locales y el medio ambiente? Si la transición energética está destinada a mejorar el mundo, ¿por qué ponen en riesgo nuestras vidas? Queremos ser parte del mundo que están tratando de salvar, pero también tenemos el derecho de ser incluidos en el futuro. Podemos contribuir para que la extracción de minerales de transición energética no signifique sacrificar nuestra cultura. Si matan a la Pachamama, matan a nuestro Pueblo.


Una de las estrategias que utilizamos para enfrentar esta situación fue la elaboración de un documento sobre nuestro derecho al Consentimiento Libre, Previo e Informado, donde explicamos el procedimiento de consulta adecuado para nuestra cultura. Todos tuvieron la oportunidad de agregar contribuciones y contenido que consideraron significativo. Hoy nos aseguramos de que el Estado cumpla con este documento vinculante. Si no se cumple, se violan nuestros derechos. Una vez formalizada, esta propuesta funcionará para todos los proyectos de exploración minera.

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Bloqueo y movilización en Salinas Grandes contra la exclusión de los Pueblos Indígenas de la reforma constitucional provincial de 2023.

Para nosotros, la mina de sal no es un recurso económico, sino un ser vivo. La sal tiene un ciclo de cría. En octubre y noviembre de cada año, la siembra se realiza mediante la construcción de piscinas. De diciembre a febrero es el período lluvioso en el que se eleva la sal. La recolección se realiza de marzo a mayo, momento en el que la sal se fracciona y se vende. En agosto, pedimos un buen año para la sal, y en nuestros territorios hacemos ofrendas a la Pachamama, ofreciendo hojas de coca, comida, bebidas y sahumada con cobá. De esta manera, renovamos el ciclo de la sal.


Cuando caminamos por los salares, de vez en cuando nos encontramos con que brota agua. Para nosotros, estos manantiales son autoridades que deben ser respetadas; son sagrados porque son la fuente de la vida. Para tocarlos, debemos pedirles permiso. Sin embargo, estos seres espirituales son más vulnerables que otros. Su existencia depende exclusivamente de la conservación de los paisajes salvajes que los contienen. Es por eso que decimos: "Si nos quitan el agua, nuestra vida se acaba".

Un agradecimiento especial a Soledad Sede por contribuir a este artículo.

 

Foto superior: Comunidades indígenas cultivan sal en pozas con métodos ancestrales.

Todas las fotos por Joaquín Zaldívar y Soledad Sede.

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